Con un dicurso comedido, según El Faro de Vigo, Fraga soltó unas declaraciones que han sido reproducidas por la práctica totalidad de diarios españoles. El titular de esta entrevista -publicada el pasado 30 de diciembre- del periódico gallego, no ha sido curiosamente el que han destacado los demás medios. En Galicia se ha optado por un, efectivamente comedido "en Galicia no hay un Gobierno, sino dos partidos que quieren pisar moqueta". Personalmente, yo me hubiese quedado con este otro titular: "el franquismo ha sentado las bases para una España con más orden". De hecho, eso es más o menos lo escogido por El País, en su referencia de hoy 31 de diciembre a las desafortunadas declaraciones. Fue ya un disparate tener en una democracia a gente mal reciclada ocupando cargos de poder, y se tuvo que aguantar esta anómala situación. Fueron dieciséis años al frente de la comunidad de Galicia, que como parecía que nos quedaba lejos, no molestaba allí Manuel Fraga Iribarne. Pero una vez jubilado de la política, tener que escuchar según que discursos de antaño, resulta, cuanto menos, una provocación. Los líderes del franquismo poseen ese halo cavalleresco que les impide ver la realidad, puesto que además se atreve a aconsejar que a Franco se le juzge con el tiempo, creyendo que entonces será aclamado y reconocido como en su día lo fue Napoleón. Estos dictadores y sus seguidores quieren llegar a ser alguien en la historia a cualquier precio. Olvidan que la historia es valoración, no sólo figuración de personaje importante. Fraga se cree que porque todos conozcamos a Napoleón lo entendemos, obviando que para muchos franceses y no franceses es una figura deleznable e imperialista. Parece que estos años en democracia no le han servido a Fraga de nada, porque habrá vivido en la nostalgia del totalitarismo, de lo contrario se abría apercibido de lo que ha mejorado este país desde la Constitución, y no desde el franquismo, como apunta él. En estos últimos treinta años se ha avanzado lo que parecía imposible, atrasados y devastados como estaban los españoles a mediados de 1970. Desde su punto de vista es comprensible que se vivía bien en el franquismo. Él no tuvo problemas, él sí vivió en paz, si en paz le resulta ver como se ejecutan a personas por sus ideologías, escritos o acciones. Del mismo modo que yo hago este ejercicio de cambio de mentalidad, que se ponga él por un momento en la piel de un hombre que va a ser ejecutado por garrote vil, habiendo hecho lo mismo que él hizo, pero en la parte izquierda: defendiendo una causa, una bandera, un ideal, también. Calvo Sotelo fue, verdaderamente, asesinado en los años 30. La segunda República tenía sus problemas, a los que no pudo dar solución con la brevedad que se requería. Sin embargo, esto no justifica en ningún caso la necesidad de una dictadura. Por otro lado, el franquismo sí que justifica la necesidad de una revisión, aunque sea por medio de la ley de memoria histórica, lo cual, claro, a Manuel Fraga no le interesa. Es inconcebible que asienta las descerebradas palabras de su compañero Mayor Oreja sobre la Memoria Histórica, quien no condenó el franquismo porque es parte de la Historia. Por esa regla de tres todo vale, porque será historia. Siendo políticos deberían dar argumentos más sólidos, y no contestaciones infantiles y espectacularizantes. Finalmente, vale la pena señalar también como los del PP responden a lo que les viene en gana, y dudar de ciertos periodistas, que actúan como corderos, en algunas ocasiones, que no dirigen el rebaño, sino que son dirigidos. Lo digo por la pregunta que se le hace al ex presidente de la Xunta, con respecto a Irak: "Posiblemente se debería haber meditado más la intervención. Pero esa no es la cuestión. La cuestión es que España no podía estar aislada y tenía entonces una gran posibilidad de llegar un buen acuerdo con Estados Unidos. Estados Unidos". Si yo soy el entrevistador le replico que la cuestión es la que yo considere, que para algo tengo el rol de preguntar, y él, el de responder. Es que es una constante que el Partido Popular intente llevar las cuestiones a su terreno, moldearlas, y transformarlas a su antojo.